Sobre el proyecto nacional, popular de democrático,Luis Rodeiro.


 







Sobre el proyecto nacional, popular  democrático
¿Amesetamiento?
Reflexiones para militantes*
Luis Rodeiro
El proyecto nacional, popular y democrático, representado por el kirchnerismo y sus logros fundamentales, ha entrado –según mi humilde análisis- en un proceso de “amesetamiento”, que requiere de análisis y de acción.
Ese “amesetamiento” es fruto de causas endógenas y exógenas, que se han conjugado en los últimos meses del pasado año, algunas de antigua data y otras nuevas. Intentar analizarlas y exponerlas al debate público, no es ni un pecado de infidelidad, ni un corrimiento del proyecto al que pertenecemos. Por el contrario, es un intento por aportar a su continuidad.
1.    Tratar de entender la coyuntura exige antes que nada un cambio de miraje. Hasta ahora hemos vivido con el apremio -muchas veces innecesario- de darle prioridad a la respuesta a una campaña salvaje, desgastante, desestabilizadora, vigente  con distintas intensidades, desde la misma asunción de Néstor Kirchner como presidente, cuando tomó dimensión el proyecto nacional, popular y democrático. Se prolonga hasta hoy, con intensidad siempre creciente y mayores cuotas de insidia. Acción permanente de los poderosos cada vez que se inició un camino inclusivo de los sectores más postergados, por las distintas experiencias liberadoras. Quizá haya llegado el momento de abrir el debate, no para discutir o responder a los nostálgicos del modelo neoliberal, sino para incorporar en nuestras propias mochilas los grandes desafíos que nos esperan, las deudas que tenemos con una sociedad todavía agraviada por la exclusión, por los privilegios que subsisten de la alternativa neoliberal. Las organizaciones populares deben ser, en definitiva, las que fijen la agenda del gobierno democrático, siempre y cuando sean capaces de pensamiento crítico.
2.    Trataremos de señalar, en un listado seguramente incompleto, esas causas externas e internas que pueden explicar la coyuntura actual. Sin intentar jerarquizar el impacto de esas causas, ya que creemos que es la conjunción de ellas y que en muchos casos son en sí misma causa, pero también efecto. Un ejemplo de ello es, por ejemplo, la dura derrota electoral en provincia de Buenos Aires, realmente inesperada, que introduce una elemento nuevo como es el posicionamiento de Massa en la lucha política con miras a las trascendentales elecciones de 2015, pero que  es a la vez expresión de una crisis del movimiento nacional, popular y democrático, que sin duda es lo más importante. Crisis de una política, que es preciso revisar. (También de un candidato como Insaurralde que era el espejo de Massa). Dura derrota electoral, que no se puede superar con la apelación cierta y real, innegable, de que tras diez años de gobierno conservamos a nivel nacional la ostentación de ser la primera minoría electoral, que nos ha permitido mantener la mayoría parlamentaria. Este dato fundamental para la gobernabilidad, es a su vez motivo de una gran preocupación para el futuro, un futuro que por otra parte es cercano, prácticamente mañana a lo hora del mate, porque en 2015 se juega la continuidad del proyecto o el retorno a la debacle neoliberal.
3.    Un factor potente e impensado ha sido, sin duda, la enfermedad de la Presidenta, quien a su vez es la conductora del kirchnerismo, expresión de esta etapa del movimiento nacional y popular. Enfermedad que se produce después de las PASO y antes de las elecciones que mostró a Massa triunfante en el distrito electoral más importante del país. Afortunadamente, la delicada operación a que fue sometida salió bien y Cristina retomó la iniciativa política realizando cambios en el gabinete, con un  hiperactivo Capitanich como jefe de gabinete y con Kicillof, en la dirección de la economía. Significó, también, el retiro de Guillermo Moreno, un militante que había cumplido con pasión su tarea, pero que la nueva etapa exigía su sacrificio, en aras de descomprimir el clima de convivencia política. Sin embargo, la hiperactividad de Capitanich y el eclipse –diría Lacolla- de la Presidenta, se conjugaron para crear una situación de incertidumbre en los últimos días de diciembre y los primeros de enero. Es de esperar que esa realidad vuelva a equilibrarse, con una Presidenta menos expuesta a la tarea política cotidiana, pero presente en las grandes definiciones y en los momentos críticos de la coyuntura. [1]
4.    Sin duda, la etapa carga con un aditamento especial para el proyecto nacional y popular. La sucesión de Cristina, no como conductora del movimiento cuyo liderazgo puede seguir ejerciendo con decisión y solvencia, sino como candidato presidencial para una elecciones que son decisivas en cuanto a la continuidad de la experiencia kirchnerista. No hay a la vista un reemplazo natural. Algunos aspirantes que se proponen, como en el caso de Scioli, parecen tener un destino de retroceso, más que de profundización de la alternativa popular. Menem lo mira con buenos ojos, lo que resulta muy simbólico. Con “la fe del carbonero”, muchos militantes esperan que Cristina encontrará el hombre o la mujer adecuado, dejando todo en sus manos. Otros creemos que debemos contribuir a la decisión de la Presidenta, abriendo un debate interno, tomando posición, organizándose democráticamente, creando alternativas, porque sería ingenuo pensar que no hay tendencias contradictorias hacia el interior del movimiento y si es necesario habrá que dirimirlas en la elección interna que significan las PASOS, un camino novedoso de resolución de contradicciones.
5.    La realidad con que terminamos 2013 y empezamos este 2014, es realmente compleja. Las inundaciones en Buenos Aires, las asonadas policiales, la falta de luz y de agua, en distintas provincias, los aumentos incesantes de los precios, la proximidad de las paritarias conforman un paquete peligroso, que más allá de las responsabilidades propias y ajenas, contribuyen a un clima de escepticismo, que con el apoyo del partido mediático llevan a una pérdida de fe en nuestro gobierno, principal afectado más allá –insistimos- de la justicia o injusticia en la atribución de culpabilidades. Lo que no se puede ignorar es que hay problemas reales que es preciso afrontar. La descripción de Wainfeld es precisa: “Las variables económicas de los primeros años del kirchnerismo eran toda armonía y sinergia: las constelaciones se ordenaban bien, por así decir. Ahora, el cuadro es otro. Antaño, el incremento del Producto Bruto Interno (PBI) redundaba en mejora de la balanza comercial... ahora eleva más las importaciones que las exportaciones. La inflación sostenida durante muchos años genera tensiones crecientes. Las reservas bajaron mucho.” No bastan las explicaciones sobre la persistencia de la inflación, en cuanto a la responsabilidad de los formadores de precios, de las estructuras cuasi monopólicas de los productos básicos. No basta el señalamiento de la falta de inversión en la distribución de energía por parte de las empresas privadas adjudicatarias y la omisión de nuestras responsabilidades en el control estatal de esas conductas. También hace falta acción. Para Aldo Ferrer, en una entrevista para revista Veintitrés del 11 de enero, lo que pasa es que se ha agotado una fase de recuperación exitosa que permitió un aumento muy fuerte del PBI, del empleo y una cierta mejora de las condiciones sociales. Señala, sin embargo, que esas mejoras en la distribución del ingreso, no modificó la estructura productiva, que sigue siendo según su calificación de subindustrial. De esas deudas tenemos de hablar. Allí se configura para Ferrer, ”este escenario de escasez de divisas, que induce a un aumento de precios, promueve la fuga de capitales y maniobras en el manejo de los precios y los márgenes de ganancia”. [2]
6.    Acción, por cierto, en un contexto más que difícil. La persistencia de la crisis financiera internacional, que limita nuestras posibilidades de desarrollo y que obstaculiza el proceso de industrialización y aumenta la presión para que nos conformemos con el destino imperial de proveedores de materia prima.  A lo que se suma, el paso cansino en el avance político, cultural y económico del fortalecimiento de un bloque regional fuerte, a través de Unasur, Mercosur, el Banco de Desarrollo para nuestros países latinoamericanos. Las valiosas experiencias de políticas posneoliberales se realizan, como dice Emir Sader, en soledad, precisamente porque “se realizan a contramano de los vientos que vienen del centro del capitalismo que siguen siendo vientos neoliberales”. Los avances han sido notorios no sólo en detener la recesión, sino también en disminuir la pobreza. Sin embargo, como procesos comunes, habría que pensar si esas políticas antineoliberales no está arribando a un límite, que exige profundizaciones y cambios de paradigmas, si la redistribución de la riqueza a la que aspiramos desde un pensamiento popular e igualitario no está exigiendo cambios más profundos en el modelo de acumulación, impregnado todavía de improntas desarrollistas. Los fuertes impulsos que le dieron, principalmente Néstor, Lula y Chávez, parecen haber perdido intensidad en el objetivo de unidad regional que influye en nuestros propios procesos nacionales. En tanto el imperialismo no se rinde y reflota proyectos como el ALCA, presentado ahora como “alianza del Pacífico”. Las victorias electorales de Correas y de Maduro, superando los desfasajes de la primera elección tras la muerte de Chávez, son alentadoras. También la victoria de Michele Bachelet en Chile, aun cuando haya incertidumbres sobre el rumbo de su política exterior. Este año nos esperan elecciones en Bolivia y en Uruguay.
7.    Un factor inédito en la realidad política es el hecho de contar con un Papa argentino. Es indudable que más allá de las razones y efectos religiosos, la designación de Bergoglio, en el contexto de la presencia de la Iglesia argentina en la historia, tiene consecuencias políticas innegables, como lo demuestran la romería de políticos y dirigentes sociales que peregrinan hasta Roma en busca de la fotografía mágica, sin distinción de oficialistas y opositores. Me he referido a su designación oportunamente, en mi columna en la revista Deodoro Nº 30, de abril 2013, en la que manifiesto que la Iglesia, aquí y en el mundo, no es sólo una congregación de fieles, sino un poderoso factor de poder. Este dato innegable, es también el pensamiento personal de Bergoglio, poder que desde antes de ser Francisco está dispuesto a ejercer en plenitud. Nadie puede ignorar su enemistad manifiesta con Néstor Kirchner, en aquellos años en que hacía permanentes guiños a la oposición. Tan es así –según una serie de artículos de la última Revista Crisis (diciembre 2013)- que en opinión de Néstor, en oportunidad de la anterior elección papal pensaba que la posibilidad de la designación de Bergoglio “sería letal para el gobierno”. Bergoglio pretendía entonces –en uso de su poder político- que Néstor parara al “Perro” (en referencia a Verbitsky), en su afán por llegar a la verdad en los casos de los jesuitas Julics y Yorio, perseguidos por la dictadura con el silencio del prelado. El matrimonio igualitario, en la que Néstor se comprometió personalmente ocupando su banca legislativa, fue otro motivo de ofuscamiento, tanto que ante dirigentes industriales, Bergoglio exteriorizó su opinión de que “la Argentina iba a terminar en un baño de sangre”. Todo indica que ahora ha optado por una estrategia de mayor suavidad, incluso como “paragolpe institucional”,  lo que no significa que haya renunciado a ejercer su influencia, como lo demuestran los retrocesos en la reforma del Código Civil, en lo que hace al comienzo de la vida, la regulación del alquiler de vientres y la fecundación post morten. 180 modificaciones al proyecto original, donde además de coló inexplicablemente el abandono del concepto de la función social de la propiedad. ¿Cómo influirá en el desenlace electoral argentino? Se dice que es amigo de Scioli y que no quiere a Massa, en función de hechos pasados. El texto eclesial que se le atribuye –el Documento Conclusivo- critica al neoliberalismo, pero también al ”populismo”.
8.    El kirchnerismo necesita repensarse a sí mismo. Pensarse a partir de la tradición del movimiento popular pero sin quedar amarrado en el pasado; pensarse desde lo realizado en estos diez años, con sus luces que son muchas y con las sombras que no son pocas; pensarse desde el futuro, desde lo que falta, desde los límites que es necesario traspasar. Pensarse desde las coordenadas que vienen del mundo y de la región. Para ello es necesario, fundamental, incorporar la discusión teórica hacia adentro. En la etapa que transitamos no alcanza el puro pragmatismo, ni el fácil “consignismo”, ni la mera repetición de frases descontextualizadas de nuestros grandes pensadores que desarrollaron sus valiosas ideas en otro contexto. No se trata de un preciosismo intelectualoide. Hay que recordar las palabras de Néstor cuando nos decía: “Tenemos que volver a reconstruir el espacio de los militantes, de los cuadros, tenemos que volver a valorar la política. No queremos que se repita la mecánica casi empresaria de la política que tiende a acordarse de los amigos y de los compañeros para utilizarlos en cuestiones electorales. No queremos tropas "disciplinadas" que a todo digan "si". Queremos tener compañeros y compañeras que piensen, que nos digan la verdad, que tengan capacidad transgresora, que nos ayuden a equivocarnos lo menos posible. No queremos más la práctica del individualismo, a la personalidad y a la teoría del jefe. Esas teorías que tanto daño han hecho a la política. Queremos que los locales políticos no sean lugares de "trenzas" donde nos juntemos solamente a tomar unos vinos o a comer asados. Queremos que sean lugares de meditación, de formación, de conciencia cívica, que tiendan a consolidar una Argentina diferente. Queremos que definitivamente se termine la idea de la clandestinidad de la política. Queridos compañeros y amigos: tenemos que volver a recuperar las ansias de participación, pero nosotros mismos debemos hacernos la autocrítica y entender que la política no puede ser una herramienta para buscar el beneficio personal. Si los militantes y los dirigentes políticos entienden que tienen que ser los que den el ejemplo, les puedo asegurar queridos amigos y amigas, compañeras y compañeros, que estaremos dando un salto cualitativo”. Ese sueño de Néstor era sin duda una respuesta indirecta a los peligros que veía Natanson, de que nuestra militancia juvenil, determinante y necesaria, cayera en una suerte de burocratización, como había sucedido con los jóvenes de la Coordinadora de Alfonsín.
        9.    Es un viejo problema de los movimientos populares. Quizás en circunstancias especiales,         como por ejemplo en luchas de resistencia pueda entenderse cierto verticalismo, pero no         es válido en movimientos democráticos. Hacen falta militantes con pensamiento crítico,             como lo define Néstor, no “soldados” de la causa. En lo político democrático hace falta             diálogo, discusión, interpretación de la realidad, que es lo que enriquece  la teoría, que no         puede estar ausente en un planteo de cambio de largo aliento. No se trata de dilatar la             acción, la inserción territorial y la participación protagónica en las organizaciones                     sociales, especialmente sindicales. Pero tampoco perderse en quimeras imposibles.                 Debemos convencernos que la pura verticalidad, es una aberración que niega al militante sus posibilidades personales y muestra una supravaloración de la dirección política como infalible. Los proyectos trascendentes son proyectos colectivos. La acción y la teoría no son categorías independientes. John William Cooke nos enseñaba que “toda acción es conocimiento y no hay conocimiento revolucionario que se sustente a sí mismo, separado de la acción. Y la lucha revolucionaria es acción enriquecida por el conocimiento, compenetración de la realidad”. Es fundamental discutir hacia adentro del movimiento popular cómo democratizar la justicia, la policía; cómo asegurar el sentido de la propiedad social; cómo incorporar nuevos derechos como el aborto; cómo definir las pautas de un desarrollo que tenga en cuenta los problemas ambientales y el respeto a la decisión ciudadana; como concretar una reforma fiscal que asegure más igualdad; cómo sentar las bases de un nuevo sindicalismo que ponga en cuestión a los “sindicatos empresas”; como darle al protagonismo obrero un lugar destacado en nuestras políticas; como actuar ante el mito de la existencia de una burguesía nacional; cómo fortalecer al Estado como garante de equidad social. ¿Qué piensan La Cámpora, la Corriente Descamisados, la Jauretche, Kolina, etc. sobre cada uno de estos temas? ¿Cuándo se discuten? ¿Cómo conformamos tendencias gravitantes hacia adentro del movimiento partiendo del hecho de que como toda organización política se trata de un espacio en disputa? La disyuntiva no es confiar en la fuerza y sapiencia de Cristina o tomar posición autónoma frente a las diversas coyunturas de acuerdo a sus propias fuerzas y percepciones, según la descripción de Diego Sztulwark del momento kirchnerista, en su inteligente respuesta a Ricardo Forster por el tema Milani. Muchos confiamos en la fuerza y la sapiencia de Cristina, pero requerimos pensamiento crítico, que incluye la toma de posiciones autónomas, que fortalecen al movimiento nacional, popular y sustancialmente democrático. Ni Horacio Verbitsky, ni Horacio González, en su crítica a la designación de Milani, son menos militantes del proyecto que Forster o Hebe de Bonafini. Los debates hay que darlos, fortalecen al movimiento y si es necesario dirimirlos democráticamente.


        10. Hay, en mi análisis -siempre parcial y limitado-  la idea de un “amesetamiento” que exige         estar alertas, pero que no es una debacle. Hay reacciones positivas: la nueva política en           YPF, con Chevron incluida en los límites de nuestra soberanía, es de largo aliento pero imprescindible; los esbozos  en la recuperación de la red ferroviaria; el nuevo enfoque en el tema del control de precios, basado en el conocimiento de las cadenas de valor, donde se promete mayor firmeza con los especuladores; el nuevo impulso a la lucha contra el trabajo “en negro” son signos positivos. El problema de las policías como factor de poder, la fuerte puja distributiva que se avecina en la discusión paritaria, la crítica situación económica de las provincias son alertas pendientes, que es preciso prevenir. Como bien dice Wainfeld, “lo que llamamos realidad no es puro azar ni mero caos. Las tendencias pueden delinearse con antelación, aunque sin certezas absolutas. Llamamos “escenarios” a esos diseños generales”.
*La realidad es tan dinámica y vertiginosa que me obliga decir que esta nota fue terminada de escribir el 13-01-1014


[1] Luis Bruschteinescribe el sábado 11, en Página 12: “En la Presidenta, como figura política, hay un momento de transición hacia la separación de esas dos condiciones. A la bifurcación entre el liderazgo político y la gestión. Y no se puede decir todavía si la forma definitiva que va tomando esta transición será la actual. De todos modos, ese movimiento de repliegue dejó una sensación de orfandad en general, de no presencia en el plano de lo virtual de una imagen que para bien o para mal ya formaba parte del escenario de la vida cotidiana. Una presencia que se daba por descontado para quererla o vilipendiarla. Por supuesto, esa sensación es más fuerte entre los que la quieren o entre los que asocian su imagen con un tiempo de cambios y mejoras, con una época de progresismo o de sentidos populares que puede interpretarse como una bisagra en una historia nacional con mayoría de gobiernos conservadores y de intentos populares o progresistas frustrados. Pero también sienten esa ausencia los sectores más conservadores, o en general los que la ven como la consumación de un populismo barbárico. Para unos y otros existe la sensación de que nada será igual en la Argentina después de esta década de gobiernos kirchneristas. Y en ese aspecto, la sensación apunta más a un fenómeno de comienzo de un ciclo que a su final. Como haya sido, la gran frustración de los golpistas del ’55 fue que el ciclo del peronismo no terminó con ese golpe, ni con los 18 años de proscripción que le siguieron.
[2] Los aumentos de precios provocan una situación de tensión en el escenario de una revitalizada puja distributiva entre el salario y la tasa de ganancia empresaria. El frente externo ya no exhibe la holgura de hace pocos años y el mercado cambiario está en permanente estrés. El fuerte crecimiento de la economía no fue acompañado en el mismo ritmo con obras de infraestructura en algunos sectores, por ejemplo en el área de distribución eléctrica metropolitana o en la red ferroviaria de transporte de pasajeros y de cargas. Aún persisten bolsones de exclusión social y una elevada informalidad laboral. La industria sustitutiva de importaciones no muestra dinamismo ante una débil articulación de la política oficial. El déficit habitacional es importante, un porcentaje de la población no accede a infraestructura básica de servicios esenciales y todavía existen sustanciales brechas educativas según estratos socioeconómicos. Empresas de servicios, como las de telefonía móvil o bancos, brindan una deficiente prestación a precios altos que le reportan ganancias abultadas sobre el bolsillo del consumidor. Estos aspectos críticos conviven en un ciclo político de diez años donde indicadores sociales, económicos y laborales han mejorado sustancialmente, incluyendo las condiciones materiales de los trabajadores revirtiendo la tendencia negativa en la distribución del ingreso, ganando posiciones los sectores postergados por décadas.
1 La opinión de Alfredo Zaiat, en su nota en Página 12, del 11 de enero, Disputa de poder, es harto elocuente: “ Los aumentos de precios provocan una situación de tensión en el escenario de una revitalizada puja distributiva entre el salario y la tasa de ganancia empresaria. El frente externo ya no exhibe la holgura de hace pocos años y el mercado cambiario está en permanente estrés. El fuerte crecimiento de la economía no fue acompañado en el mismo ritmo con obras de infraestructura en algunos sectores, por ejemplo en el área de distribución eléctrica metropolitana o en la red ferroviaria de transporte de pasajeros y de cargas. Aún persisten bolsones de exclusión social y una elevada informalidad laboral. La industria sustitutiva de importaciones no muestra dinamismo ante una débil articulación de la política oficial. El déficit habitacional es importante, un porcentaje de la población no accede a infraestructura básica de servicios esenciales y todavía existen sustanciales brechas educativas según estratos socioeconómicos. Empresas de servicios, como las de telefonía móvil o bancos, brindan una deficiente prestación a precios altos que le reportan ganancias abultadas sobre el bolsillo del consumidor. Estos aspectos críticos conviven en un ciclo político de diez años donde indicadores sociales, económicos y laborales han mejorado sustancialmente, incluyendo las condiciones materiales de los trabajadores revirtiendo la tendencia negativa en la distribución del ingreso, ganando posiciones los sectores postergados por décadas”.
“La existencia de dificultades de diferente magnitud es una característica inherente de la economía debido a que es un espacio de permanente disputa de actores económicos con intereses contrapuestos. Es una definición básica si no se quiere caer en el mundo de la confusión de quienes postulan la posibilidad de alcanzar equilibrios económicos duraderos. Objetivo que provoca la falsa ilusión de una bonanza global cuando el terreno económico es uno de conflictos de poderes, cuya exteriorización es cómo se distribuye la riqueza”.
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