Independencia económica: Atributo esencial de la soberanía. -







10 de Marzo 2003
EDITORIAL

INDEPENDENCIA ECONOMICA:
ATRIBUTO ESENCIAL DE LA SOBERANÍA


La falta de independencia económica concluye en la pérdida de la independencia política, pues como actualmente se observa en muchos países, quien controla la economía de un Estado domina también su política nacional e internacional.

Por: Jorge F. Cholvis

Abogado Constitucionalista

Un reciente relevamiento que realizó el INDEC señala que en 1993, entre las 500 grandes empresas había 220 de origen extranjero, pero a causa del formidable proceso de fusiones y adquisiciones producido durante el año 2001, en ese grupo las firmas de capital extranjero se incrementaron a 325. Sabido es que hace tiempo la exportación en la Argentina es negocio para pocos. El cuidadoso estudio que realizo el INDEC revela que sobre las 500 empresas que más venden, sólo 20 grandes firmas exportan el 40 % de lo que la República Argentina envía al exterior. Y también se puede observar que el conjunto de las 500 mayores empresas del país, que en 1993 realizaban el 55 % del volumen exportado, pasaron en el 2002 a tener el 70 % de las ventas al exterior, lo cual incrementa la negativa cifra que para el país ya existía a comienzo de los noventa. Asimismo, es importante recordar este dato: el reducido panel de esas 500 mayores empresas genera alrededor del 25 % del P.B.I. con una muy alta concentración. Así, las 50 empresas más grandes representan el 57 % del P.B.I. De tal forma, se aprecia la evolución y magnitud del proceso de desnacionalización de empresas, que es uno de los aspectos más notables de las políticas económicas que se aplicaron en el país desde el golpe de Estado de 1976. Según Bernardo Kosacoff, director de la CEPAL “las empresas con participación extranjera pasaron de representar el 60 % de la cúpula empresarial al sorprendente 84 % del año pasado” (Clarín, del 20 de febrero de 2003). Este resultado se produce al amparo de las políticas económicas que se aplicaron en la Argentina con el diseño y bajo la supervisión de los organismos internacionales de crédito, y así, en especial durante los años noventa, la Argentina “operó de manera prácticamente continua bajo los auspicios y el estrecho seguimiento de un programa respaldado por el F.M.I.” (Michael Mussa, 2002). Su resultado fue el parate económico, la desocupación y las enormes carencias que sufre el pueblo argentino.
En otra oportunidad, analizaremos con mayor detalle las políticas y los instrumentos utilizados por esas instituciones financieras. Ahora vamos a abordar el concepto de independencia económica como atributo esencial de la soberanía, que será el objetivo primordial para terminar con esta situación. La ecuación independencia política formal-dependencia económica real, por más que se la quiera ocultar continúa expresando la contradicción polar, característica de la sociedad internacional contemporánea. La misma subraya la situación de la mayoría de los países indesarrollados y define los rasgos esenciales del neocolonialismo que todavía sufren esos países. El primero de esos elementos apunta a los datos jurídico institucionales que conforman el concepto de soberanía estatal; el segundo, en cambio, traspasa los velos de la estructura institucional y muestra una situación de subordinación, de falta de verdadera autonomía, que se contrapone al concepto legítimo de soberanía. La falta de independencia económica concluye en la pérdida de la independencia política, pues como actualmente se observa en muchos países, quien controla la economía de un Estado domina también su política nacional e internacional. Dependencia económica y dependencia política son dos expresiones o facetas de un mismo fenómeno, y una gravita sobre la otra merced a un incesante proceso de influjo y reflejo. Por otra parte, dependencia económica y subdesarrollo operan como factores en directa interacción y aseguran la subsistencia de las estructuras que impiden una efectiva vigencia de la soberanía. Ello incide directamente en el condicionamiento socioeconómico que ocasiona la falta de vigencia en los derechos económicos, sociales y culturales, lo que afecta a la mayoría de la población.

Incorporar el concepto de independencia económica al campo de una teoría del Estado que interprete las circunstancias propias de nuestros países, enriquecerá con una nueva dimensión la concepción tradicional de soberanía. Por lo contrario, para los países de alto desarrollo se torna una cuestión superflua adoptar una individualización del atributo de la independencia económica. Para ellos, independencia política e independencia económica son conceptos equivalentes que conforman el “autogobierno”. Son dichos países los que ejercen el control político y económico de los pueblos sometidos y por esta razón, dentro de la concepción tradicional, la soberanía se define exclusivamente por sus elementos político-institucionales. Confrontando ese concepto con la realidad de los países que padecen la antinomia independencia política formal-dependencia económica real, la definición tradicional revela inmediatamente su carácter abstracto y su falta de adecuación para reflejar una correcta relación entre la forma jurídica de la soberanía y el contenido económico-social en que ella se expresa.

El modelo correspondiente a la concepción tradicional de soberanía es el Estado integrado en lo político y en lo económico. Allí la estructura político-jurídica y la económica convergen en el plano de la nación. El modelo de los países que no han logrado aún o no gozan la independencia económica, es el del Estado no integrado. En este caso, la estructura política aparece formalmente realizada en el marco nacional, pero la estructura económica se encuentra integrada no con la nación, sino con la economía de la potencia regente. La intervención de los estados dominantes sobre los países sometidos se efectúa hoy a través del control de sus economías. El estado indesarrollado conserva los atributos formales del autogobierno, pero las decisiones efectivas le son dictadas desde el exterior. La pérdida del dominio real sobre los comandos de la vida económica hace que todo el concepto de autogobierno quede subvertido. En el antiguo sistema colonial, el país colonizador imponía desde afuera sus instituciones y su supremacía al país sojuzgado. Ahora, en el régimen neocolonial que se pretende esconder tras esta globalización, el control del país que domina lo ejerce desde adentro a través de las mismas instituciones establecidas en el país sometido. El concepto de soberanía como atributo de un estado sólo se puede analizar si se tiene presente que la esencia de ella está determinada en última instancia por su estructura económico-social. El contenido de la soberanía se encuentra regido por las condiciones concretas en que un estado determinado se exterioriza como tal, y en las actuales condiciones del mundo la noción de independencia económica surge como un dato indispensable para integrar el concepto de soberanía. Parece ocioso insistir en la íntima vinculación que existe entre el desarrollo económico de los países y la defensa del principio de independencia económica. Esta no es una entelequia, es un objetivo esencial.

Los problemas que crea la dependencia exterior no pueden atribuirse a errores o deficiencias en la aplicación de la política “neoliberal”, sino a factores estructurales muy conocidos que esta no puede resolver, razón por la cual lo que urge es erradicar las causas que frenan el progreso económico y el bienestar social de las naciones. Y para ello con activas políticas de estado hay que defender la riqueza nacional e impedir su fuga, aumentar el poder de capitalización de la economía en su conjunto, intensificar la explotación de los recursos naturales, apoyar el acceso a la tierra y a la maquinaria agrícola a quiénes desean trabajar en el campo, expandir el mercado interno, impulsar el proceso de industrialización, posibilitar a los sectores trabajadores una mayor participación en la renta nacional y, en fin, poner en vigor leyes y servicios sociales indispensables para la protección de los valores humanos. Un país que aspira a desarrollarse integralmente no puede dejar en manos ajenas el manejo de ciertos engranajes de su mecanismo productivo, si es que no quiere que su economía sea un acoplado de la economía extraña que le manipula esas piezas esenciales.


Jorge F. Cholvis
Marzo 2003







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