Un viaje hacia las utopías revolucionarias (XVII): La indemnización

Manuel Justo Gaggero (especial para ARGENPRESS.info)

Aquella Plaza colmada con más de un millón y medio de cubanos escuchaba y dialogaba con el Líder de la Revolución, en aquél 4º aniversario del triunfo revolucionario.

Siguiendo la intervención de Fidel recordé una descripción de este, que había leído en el país, antes de hacer este viaje, en un libro escrito por nuestro compatriota Jorge Ricardo Massetti -el primer periodista latinoamericano que entrevistó al Che y al Jefe revolucionario en las montañas de Sierra Maestra- titulado “Los que luchan y los que lloran”.

Allí, el que después fuera uno de los fundadores de PRENSA LATINA, señalaba “… Su rostro era notable, de impecables líneas romanas y barba escasa que avanzaba hacia delante como el espolón de un acorazado. Los ojos negros y medianos se encendían detrás de dos vidrios gruesos...”

Siguiendo con su exposición y refiriéndose a la indemnización que habían fijado los tribunales revolucionarios para liberar a los casi 2.000 integrantes de la brigada mercenaria que habían desembarcado en Playa Girón el pasado 15 de abril de 1961 Fidel señaló:

“…Pretendían hacer creer que era un Comité de familiares el que estaba llevando a cabo la negociación para entregar los 62 millones de dólares en medicamentos y comida para nuestros niños…”

Al conocer la suma, la multitud que desconocía esta decisión y las tratativas, irrumpió en exclamaciones de alegría.

“Ellos -siguió diciendo- no le llaman indemnización sino rescate. Hace unos meses a un periodista norteamericano que visitó nuestra Patria para conocer los avances y logros de la Revolución le impusieron una multa de 10.000 dólares. Esto para ellos es justicia…”

“No han logrado comprender la generosidad de nuestra Revolución que en vez de aplicarles la pena capital a los agresores, los sanciona con una reparación en dinero”.

“El jefe de los filibusteros -John F. Kennedy presidente de los Estados Unidos- recibió a los criminales en la Casa Blanca y estos le entregaron una bandera del contingente, prometiendo este que la devolvería en una Habana Libre”.

“No sabemos si en Miami existirá un bar con ese nombre”.

La plaza estalló en vivas a Fidel y grandes muestras de alegría que acompañaron los dichos del Comandante.

Luego empezó a describir las características de los componentes de la unidad agresora, que trataron en sus declaraciones ante los tribunales y ante los medios de explicar que los “habían embarcado”, que ellos pensaban que los iban a recibir como libertadores.

Nunca pensaron que iban a combatir con un pueblo en armas.

Recordé que hacia un par de semanas nuestro instructor nos había dado para leer algunas de las entrevistas realizadas por los periodistas de PRENSA LATINA a los mercenarios.

En una el periodista -nuestro compatriota Masetti- le pregunta: “Ud no sabía que los yankees estaban metidos en esto”.

La respuesta: “Que los norteamericanos estaban metidos en esto no lo sabíamos”.

Pregunta: “¿Dónde se enroló usted?”.

“En Miami”.

Todas eran similares, la mayoría decían que eran cocineros o enfermeros y, negaban haber disparado algún arma en el ataque.

El discurso del Líder de la Revolución duró varias horas, nadie se movía de la Plaza. Y sus palabras se acompañaban con vivas, exclamaciones o algún agregado.

En el mismo destacó la solidaridad recibida por el Partido Comunista Venezolano y el Movimiento revolucionario de ese país durante la llamada “crisis de los cohetes”.

Volvió a reivindicar la actitud sostenida por Cuba, en esos días de octubre de 1962 que “conmovieron al mundo”, reiterando sus diferencias con el acuerdo alcanzado por el Kremlin con Washington.

Mencionó, como una actitud correcta, la negativa a que se inspeccionaran las instalaciones militares existentes en la Isla y ratificó los cinco puntos que eran la base para el acuerdo con los Estados Unidos a saber:

1) Cese del bloqueo económico y de la presión comercial y económica.

2) Cese de las actividades subversivas -invasiones de mercenarios, infiltración de espías y saboteadores.

3) Cese de los ataques piratas desde territorio norteamericano.

4) Cese de las violaciones al espacio aéreo.

5) Acuerdos migratorios para resolver la salida de Cuba de aquellos que quieren radicarse en el país del Norte.

Finalizando su exposición rindió homenaje a los 100 milicianos y combatientes caídos en Playa Girón, al maestro Conrado Benítez, asesinado por agentes de la CIA, a Fe del Valle muerta en el atentado a la Tienda “El Encanto” y a todos los caídos en defensa de la Revolución.

La consigna final “Patria o Muerte. Venceremos” fue respondida con un grito similar por la multitud que despedía el Líder diciendo, a coro, “Comandante en Jefe. Ordene”.

El sol se estaba ocultando lentamente y se veía un resplandor rojizo sobre el mar que parecía saludar a ese joven país y a su pueblo que se habían puesto de pie, representando a todos nuestros pueblos sometidos.

Lo miré a Guido Agnellini, el compañero con el que habíamos viajado desde Santa Fé.

Un sufrido sastre italiano, afiliado desde muy joven al Partido Comunista que había abandonado esta organización política en 1947 para sumarse a la disidencia encabezada por Rodolfo Puigross que apoyaba al “primer peronismo” y sentí una gran emoción.

Este viaje, nuestra integración a la corriente del peronismo revolucionario que encabezaban Alicia Eguren y John William Cooke y la firme convicción de que sólo por la vía armada era posible cambiar el sistema y lograr la tan ansiada independencia, nos comprometían de por vida.

El acto llegaba a su fin, miles de palomas blancas lanzadas desde diferentes lugares de la Plaza convergían en un cielo que iba cambiando de color a medida que se acercaba la noche.

La desconcentración se hizo sumamente ordenada.

Nosotros regresamos a nuestra casa con los cederistas con los que habíamos concurrido al mismo, que comentaban el discurso del Jefe de la Revolución y la claridad del mismo.

Los invitados especiales -entre ellos nuestros amigos Alicia, John, Amado Olmos José María Rosa y Eduardo Artesano- se trasladaron al Hotel Habana Libre -integrante de la cadena Milton-, ahora en manos del gobierno revolucionario -en el que se realizaría la recepción oficial-.

Como no todo son buenas noticias, en la próxima nota contare como respondió el general Perón a la gestión del “Bebe” Cooke, dirigida a lograr que cambiara su lugar de exilio y al mismo tiempo a ofrecerle el respaldo económico del joven gobierno de la Isla de la Libertad.

Manuel Justo Gaggero es abogado, ex director del Diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre”

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